PARTIDOS POLÍTICOS, ORIGEN, EVOLUCIÓN Y DECADENCIA
Por Jesús M.Guerrero
“En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto.” Lucio Anneo Séneca
Desde el inicio de la vida republicana en el terruño, inmediatamente se formalizaron las fuerzas políticas con los hateros. En aquel momento el grupo dominante enfrentado a la burguesía o afrancesados liderados por Buenaventura Báez, ante la ausencia del prócer, Juan Pablo Duarte. Aquí fue la apertura formal de la lucha por el poder en la República Dominicana.
De ahí en adelante surgieron partidos políticos formales, con votaciones indirectas, en las cuales solo votaban los ciudadanos notales; los principales partidos políticos de la primera etapa republicana, fueron denominados los Rojos y Azules, los primeros liderados por el caudillo afrancesado, Buenaventura Báez y el segundo, por la espada de la Restauración, Gregorio Luperón. Aunque, con el pasar del tiempo el restaurador de la independencia fue traicionado y desplazado por su pupilo, Ulises “Lilis” Heureaux.
En el quehacer político no es extraño que antiguos aliados terminen enfrentados por las apetencias del poder, incluso, Buenaventura Báez a la sazón de los embates independentistas y ocupando la presidencia del Senado de la República, Manuel José Jimenes González segundo en nuestra historia patria en ocupar la primera magistratura de la nación, por demás, financiero de la Trinitaria y cabeza de un árbol genealógico de hombres de Estado en nuestro país, pero; sin dotes de mando militar para dirigir una nación en tiempos de guerra. Lo que obligó a Báez a sacar al traidor Pedro Santana del olvido de su primer gobierno y ponerlo nuevamente al mando de la nación y de las tropas.
Irónicamente, Santana dejaría en su aliado Buenaventura Báez como segunda opción en la Presidencia de la República, ante la declinación de su primera elección, Santiago Espaillat quien no acepto la posición por su edad y honradez de su criterio político, asevera Rufino Martínez en su obra, Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano (1821-1930). Aunque, en la biografía de Buenaventura Báez, autoría de José Báez Guerrero; se afirma que Santiago Espaillat rechazo el cargo para no caer en desgracia ante Pedro Santana como ocurrió con Buenaventura Báez al concluir su primer mandato (1849-1853), de aquellos cinco que ostentó, desde que salió de la sombra cobijadora del poder fue perseguido por Santana hasta su exilio y la depredación de gran parte de patrimonio familiar.
Luego, de pasar la Guerra de la Restauración de 1863 al 1865 y las últimas tres administraciones de Buenaventura Báez, incluyendo el tristemente célebre gobierno de los 6 años, gobiernos efímeros por su corta duración, como el de 7 meses de Ulises Francisco Espaillat Quiñones, como las cuatro presidencias de Ignacio María González que solo tuvo un mandato de 2 años (1874-1876), los otros tres fueron de a duras penas de uno a tres meses, gobiernos risibles como el de Jacinto de Castro de tan solo 22 días y siendo el de los 10 meses de Gregorio Luperón el más notable y su sucesor fue el Arzobispo Fernando Arturo de Meriño, conocido como férreo opositor de Báez, dando esto las condiciones para que pudiera instaurarse, la dictadura del caudillo azul, Lilis, la cual finalizó abruptamente con el segundo magnicidio presidencial de nuestra historia, siendo el originario el del primer presidente de la Restauración, Pepillo Salcedo.
Lilis, fue ajusticiado en Moca, el 26 de julio de 1899 a manos de Ramón “Mon” Cáceres y Jacobito de Lara, para dar paso, al gobierno de transición, que apenas tuvo la duración un mes de Wenceslao Figuereo y esto dio paso a Horacio Vásquez y ese devenir histórico que dio inicio a la lucha de los partidos encabezados por Vásquez y Juan Isidro Jimenes, horacistas con su partido de los Coludos y los jimenistas con su organización de los Bolos. Desde ese momento transcurre el tercer magnicidio presidencial contra Ramón “Mon” Cáceres, a manos de Luis Tejera y su grupo de complotados hasta el fracaso de la tercera República que dio paso al régimen trujillista.
31 años después, específicamente el 30 de mayo de 1961 el ajusticiamiento, cuarto magnicidio presidencial y decapitación del régimen encabezado por Trujillo. Dio formal apertura democrática, con la renovación del sistema de partidos políticos y proscripción del Partido Dominicano como única organización política.
Todos sin excepción, en aquel devenir histórico pasaron del poder a los peores desmanes de la oposición y de ahí a la decepción del exilio o la muerte.
Al finalizar la III República con el gobierno de los 7 meses de Bosch, el golpe de Estado que castró el proceso de democratización post Trujillo y el estallido de la epopeya histórica que fue la Revolución de abril de 1965, se concluye el fracaso de la tercera República e inicia la IV República en 1966 con los tristemente célebres doce años de Balaguer.
La polarización de fuerzas políticas dentro del marco de democracia plena, a partir de 1978, el retorno de Balaguer en 1986. La estabilidad del sistema de partidos políticos con organizaciones que dominaron el escenario electoral como fueron el PRSC, PRD y PLD. En la actualidad, el PRSC y PRD no cuentan ni con un 3 % del electorado, ya son partidos minoritarios que aruñan para preservar la condición de “mayoritarios”, el Partido de la Liberación Dominicana con 20 años en el poder, 16 de ellos consecutivos colocándose como el tercer partido político con el ejercicio en el poder más longevo y el segundo en democracia.
El PLD con la celebración de su consulta el pasado domingo 6 de octubre del año en curso, evidenció la posibilidad de detener su degradación para pasar a ocupar un puesto junto al PRD y PRSC. Pero, las renuncias y disgustos han evidenciado que detener su transición de sus años de gobierno a la oposición y de ahí la decepción de no aglutinar sus bases de sustentación social es inevitable.
El paso de la historia de esta isla dividida en dos naciones, evidencia que los partidos políticos tienen fecha de caducidad. Más aún, cuando se cierran a la sociedad como finalizó el PLD su ejercicio del poder.
Con todo el recuento histórico desde la fundación de la nación queda al descubierto que los partidos políticos son la institución por excelencia para el ejercicio pleno de la democracia, pero no están exentos del proceso de desaparición ante los cambios sociales.
Creo prudente concluir con la siguiente frase, cito: “La vida política forma esas grandes agrupaciones, que llámeseles como ésta, populares, o llámeseles partidos políticos, son las que desenvuelven la personalidad del ciudadano, le dan conciencia de su derecho y el sentimiento de la solidaridad en los destinos comunes.” Leandro Alem